Mostrando entradas con la etiqueta Windows. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Windows. Mostrar todas las entradas

domingo, 3 de noviembre de 2013

VirtualBox sin puertos USB: solucionado

Después de cargarme el programa de arranque he optado por renovarlo todo e instalar Debian 7.2, nuevamente con GNOME como entorno de escritorio, lo cual es todo un alivio. Como novedad en esta ocasión decidí he decidido que usaré Windows a través de una máquina virtual dentro de Debian, así que instalé VirtualBox desde la línea de comandos. Una vez instalada designé Windows 7 (en mi caso, la Home Basic a 32 bits) como sistema anidado y todo fue bien salvo, como diría Rajoy, por alguna cosa: los puertos USB.

Como no me funcionaban lo primero que hice fue instalar las Guest Additions que encontraremos en el menú Dispositivos de la ventana de nuestro Windows virtual. Como aún así me seguían sin funcionar (fallo al acceder el subsistema USB) hice lo que todo buen internauta debe hacer en estos casos: navegar por la red en busca de la solución. Y (casi) nunca falla.

Abrimos la terminal y tecleamos:

paco@paco-pc:~/$ sudo nano /etc/fstab

Es decir, editamos con el editor de texto nano el fichero fstab situado en el directorio /etc. En este archivo encontramos la lista de discos y particiones disponibles. Lo que le añadiremos será lo siguiente:

#usbfs
none /proc/bus/usb usbfs devgid=46,devmode=664 0 0

Pulsamos Ctrl + o para guardar cambios y Ctrl + x para salir. A continuación tecleamos lo siguiente:

paco@paco-pc:~/$ mount -a

Con esto último lo que hacemos es montar todos los dispositivos que tenemos especificados en el fichero /etc/fstab, justo el que acabamos de modificar. Reiniciamos la máquina virtual y ahí están los dispositivos USB, listos para ser usados.

Y como hemos hablado de VirtualBox, vamos con "Man in a box", tema de 1990 a cargo de la banda de rock norteamericana Alice In Chains.


jueves, 7 de marzo de 2013

Cohabitación entre Windows y Linux

Resto de entradas con intenciones didácticas en la etiqueta Aprendizaje.

Como ya hemos dicho, puede resultar duro pasar de un sistema operativo eminentemente gráfico e intuitivo como Windows a otro que, para sacarle todo su rendimiento, requiere la entrada de comandos por teclado. El proceso de cambio a Linux puede resultar un tanto penoso al principio, para qué engañarse, pero hay formas de hacerlo algo más liviano.

Si no queremos perder la seguridad que nos proporciona tener ahí nuestro Windows entonces lo mejor es que ambos sistemas cohabiten, al menos durante un tiempo, para lo cual hay varias maneras:

1. Windows preinstalado y Linux como segundo sistema operativo.
Si su PC o laptop (ordenador portátil) trae una versión de Windows preinstalada puede instalar una distribución Linux y funcionar con ambos sistemas a la vez, eligiendo durante el arranque con cual quiere funcionar. Para ello tiene que introducir en su reproductor de disco la distribución elegida (vamos a suponer que Ubuntu), la cual se puede descargar de su sitio original en formato imagen ISO para, después, "quemarla" en un CD o DVD, o en un pendrive, con un software tipo Nero o similar. Una vez hecho esto, introducimos el disco o el lápiz USB en el lector y reiniciamos el ordenador. En el inicio del arranque pulsamos F11 (así al menos es en mis máquinas, pero esa indicación aparecerá en pantalla, por lo que hay que estar atento no sea que en los ordenadores modernos la tecla no sea la misma) para escoger la unidad desde la que queremos arrancar el sistema. Elegimos la unidad CD o DVD de forma que al darle OK el sistema leerá en primer lugar el contenido de esa unidad de disco. Al detectar un programa de instalación lo ejecutará de inmediato y, a partir de ahí, solo habrá que seguir las instrucciones por pantalla (espero hablar del proceso de instalación con más profundidad más adelante). El resultado, una vez finalizado, será que Ubuntu ha implementado un arranque dual mediante el programa Grub que nos permitirá elegir con qué SO queremos trabajar, si con Windows o con Ubuntu.

2. Windows preinstalado y Linux virtualizado, o al revés.
Presuponiendo lo mismo de la opción anterior, una máquina con Windows de serie, lo que podemos es virtualizar Ubuntu utilizando el programa VirtualBox. Hay otros, pero yo solo he utilizado este, es el que conozco y pienso que funciona bien. Este software permite instalar un sistema operativo residente dentro de otro que actúa de anfitrión. El efecto práctico es que, en nuestro caso, Ubuntu funcionaría dentro de Windows como si fuera una aplicación más, pudiendo instalarle sus propias aplicaciones que funcionarían dentro del Ubuntu virtualizado. Existe, además, la posibilidad de declarar carpetas o directorios compartidos entre Windows y el Ubuntu virtualizado, pudendo así compartir sus contenidos y pasarlos de un sistema a otro.
Yo solo he funcionado a la inversa, con Windows virtualizado dentro del Ubuntu anfitrión, y el resultado ha sido bastante satisfactorio. Es especialmente útil cuando no conseguimos configurar adecuadamente un periférico; con dos sistemas operativos es difícil que lo que no te funcione en uno tampoco funcione en el otro.

3. Instalación independiente en dos discos duros
En este caso, que es el mío, hacen falta dos discos duros dentro de la CPU. Instalé Ubuntu en el disco principal (llamémosle HD1) habiendo desenchufado previamente el segundo disco (que será HD2) para que el sistema no fuera capaz de encontrarlo. Y con desenchufar me refiero a abrir la caja de la CPU y desconectar físicamente el HD2 tanto de la placa base como de la fuente de alimentación (es más sencillo de lo que parece, créanme). Una vez finalizado satisfactoriamente el proceso de instalación, apagamos el PC, desconectamos el HD1, donde hemos instalado Ubuntu, y reconectamos el HD2, donde vamos a instalar Windows. Encendemos, introducimos en disco de instalación de Windows en la unidad lectora, reiniciamos, pulsamos F11, elegimos la unidad CD/DVD como unidad de arranque y, al arrancar el sistema solo encontrará el único disco duro que en ese momento se encuentra conectado, el HD2. Se iniciará el proceso de instalación y, al terminar, tendremos Ubuntu y Windows plenamente instalados pero de manera completamente independiente uno del otro, el primero en HD1 y el segundo en HD2. De esta forma, una gamba metida en uno no afectará en nada al otro. Solamente hay que recordar que, cada vez que encendamos el ordenador, hay que pulsar F11 en el momento adecuado para elegir la unidad de arranque, HD1 para Ubuntu y HD2 para Windows (recordemos que HD1 y HD2 son nombre ficticios). No hacerlo solo conllevará que el ordenador iniciará desde la unidad de arranque que venga determinada por defecto en el menú del BIOS.

4. Instalar uno de los sistemas operativos en un disco duro externo
Sería una variación de la opción número 3, pero he de confesar que no he probado esta alternativa. Se trataría de enchufar un disco duro externo a un puerto USB y, al margen del sistema operativo presente en el propio ordenador, elegirlo como ubicación del SO alternativo durante el proceso de instalación. Pero repito, nunca lo he probado y ni si siquiera se si es viable, pero si alguien se anima a probar estaría bien que nos contara como le fue la experiencia.

Hablamos de compartir espacio, de una especie de unión entre entidades similares. Con mucho más dramatismo hablan de ello los rockeros góticos HIM en el tema "Join me in dead".


lunes, 4 de marzo de 2013

Ventajas e inconvenientes de cambiar a Linux

Resto de entradas con intenciones didácticas en la etiqueta Aprendizaje.

Cuando uno se plantea dar el salto a GNU/Linux (en adelante, únicamente Linux) y abandonar la dictadura del software privativo enseguida surgen las dudas. Es lógico, el hábito hace mucho y prescindir de un sistema al que ya estamos acostumbrados por otro que cuando menos es una incógnita no es un paso que cualquiera esté dispuesto a dar. Hay que admitir que Windows es un sistema intuitivo y que no se tarda en aprender, aparte de que es relativamente sencillo conseguir copias piratas de casi cualquier aplicación. Un usuario medio lo tendrá difícil para decidirse, y lo menos que puedo hacer es explicar lo que uno gana y lo que pierde con el cambio.

En primer lugar vayamos con las ventajas, y la primera es obvia: el precio. No cuesta nada bajarse, instalar una distribución Linux y funcionar con ella en tu casa, en tu PYME o en tu universidad. Lo mismo digo de la multitud de aplicaciones existentes para toda clase de tareas, así como sus correspondientes actualizaciones y nuevas versiones. Todo a coste cero y sin apenas restricciones. No me digan que en la época de crisis que vivimos no sería todo un alivio para las pequeñas y medianas empresas soltar el lastre que supone el pago de licencias por el uso de software.

Vamos con más. Es un lugar común que los sistemas Linux no sufren ataques de virus porque, simplemente, no existen virus para Linux. Hay que decir que esto no es cierto (de hecho, por algo hay antivirus para Android). Claro que los hay, unos 300 según mis datos, pero al ser este un sistema aún poco implantado en los PC's a nivel mundial, si lo comparamos con Windows, la incidencia de estos virus es tirando a irrelevante. El carácter abierto del software libre también hace que los problemas que pueda generar un virus se solucionen mucho más rápidamente. A fin de cuentas, lo que un creador de virus informáticos quiere es relevancia, y eso se lo da Windows. En conclusión, las probabilidades de que un sistema Linux se infecte con un virus son tan escasas que apenas se tienen en cuenta.

Podemos mencionar también la sobreabundancia de aplicaciones de todo tipo, mantenidas por una numerosísima comunidad de usuarios a la que recurrir en caso de sufrir algún problema. Una mediana empresa podría funcionar perfectamente con el software de ofimática, de diseño o de contabilidad que se puede adquirir gratuitamente por ser usuario de Linux (aquí tienen un listado de alternativas libres al software más común de Windows). A eso le añadiremos que la estabilidad heredada de UNIX los convierte en sistemas bastante fiables, sin olvidar que la mayoría de distribuciones disponen de un entorno gráfico similar al de Windows para hacerlos igual de accesibles.

Y ahora, los inconvenientes.

Si usted es un usuario avanzado de, digamos, AutoCAD, no podrá encontrar un programa similar en Linux. Hay programas de CAD pero ninguno que llegue tan lejos como AutoCAD, MicroStation o Catia. Lo mismo podemos decir del conocido Photoshop o de software de diseño 3D avanzado como 3D Studio MAX o Solid Works. Repito, hablo de usuarios muy experimentados. Un usuario medio se puede contentar sin problemas con lo que puede encontrar tanto en los repositorios (sitios centralizados donde se almacena todo el software que uno se puede descargar) como en el resto de la red.

[Inciso] No quiero extenderme ahora sobre esto, pero existen modos y maneras para sobrellevar estas carencias. Una sería virtualizar Windows dentro de una distro Linux (ejecutarlo desde, por ejemplo, Ubuntu, como si fuese una aplicación más) usando VirtualBox y la otra utilizar Wine, un emulador de programas Windows, si bien no en todos los casos da resultados satisfactorios [Fin del inciso].

¿Más pegas? Sí. Aún son pocos los fabricantes de hardware que incluyen controladores para Linux en sus productos. Esto es algo que he sufrido en mis carnes ya que me fue imposible configurar mi anterior impresora para Ubuntu, y he tenido que sufrir para configurar el escáner o la tarjeta de TV. No es algo que vaya a ocurrir siempre, aviso. De hecho, quién no ha pasado por tragos similares en Windows, incluso con los drivers oficiales (ah, esos conflictos entre drivers y hardware...). Aunque es cierto que con el paso del tiempo estos problemas se van reduciendo llegando a resultar pasmosa la rapidez con que una máquina con Linux instalado reconoce todo o casi todo lo que tiene enchufado.

La última molestia que destacaría es que, a pesar de que las distribuciones Linux disponen, como ya he dicho, de entorno gráfico de ventanas, el máximo rendimiento se le saca mediante la introducción de órdenes por teclado. ¿Se acuerdan de la pantalla de MS-DOS? Pues a eso me refiero. Pero claro, uno se acostumbra a las ventanitas, los menús, los botones, los colorines... y quién quiere volver a aquel tostón antediluviano. Lo entiendo perfectamente, no se crean. Y más si les digo que hay decenas y decenas y decenas de órdenes y opciones para operar desde la Shell, que es como se llama la ventana de comandos. Es como reaprender informática desde cero. ¿Es imprescindible? Supongo que no, dependiendo de a que se vaya uno a dedicar. ¿Conveniente? Sin duda. A veces para solventar un problema solo se podrá disponer de la Shell, y hay que saber manejarse con ella.

Para terminar, solo añadiría que la apuesta por el software libre tiene mucho de compromiso moral. Si no le va a importar sufrir un poco porque considera que los principios en los que se basa el software libre merecen contar con su apoyo, entonces adelante. Si, por el contrario, lo que quiere es ahorrarse problemas, siga con Windows. Linux no es perfecto, pero es gratis, sin virus, con muchísimas aplicaciones y permanentemente actualizable. Si no quiere pagar por Windows y por cada uno de los programas que pueda necesitar, tendrá que recurrir a la piratería, con todo lo que conlleva el uso de software pirateado. Y ahí lo dejo.

¿Piensas que Linux no es para tí? "Not for you", tema del tercer disco de Pearl Jam.


domingo, 3 de marzo de 2013

Los conceptos de software libre, software privativo y distribución

Resto de entradas con intenciones didácticas en la etiqueta Aprendizaje.

Hace un par de entradas quedé pendiente de extenderme a cerca de los conceptos de distribución, comunidad, software libre y software propietario o privativo. Tampoco quiero convertir esto en una enciclopedia que termine provocando un coma al lector, así que trataré de ser conciso a la par que didáctico.

Empiezo por el final. Software privativo (o propietario) es todo aquel programa que a usted no le está permitido copiar, duplicar, distribuir o modificar a menos que obtenga un permiso expreso del propietario de los derechos de ese software. Sin embargo, esto no es algo que ocurra a menudo. ¿O conoce usted a alguien anónimo a quien Bill Gates haya permitido hacer alguna de esas brujerías con alguno de sus Windows? ¿Verdad que no? Pues ahí tenemos un ejemplo de software privativo. Solo Microsoft tienen la potestad de modificar cualquiera de sus productos. Lo mismo pasa con Adobe y su conocidos Photoshop, Illustrator o Acrobat; Corel y su popular suite de diseño gráfico Corel Draw... Y solo por hablar de entornos PC (Personal Computer, los ordenadores corrientes que cualquier usuario tiene en casa y que no son de Apple).

Software libre, por contra, es un software de código abierto, es decir, cualquiera con los conocimientos de programación adecuados puede hacer todo aquello que, como acabamos de ver, no nos dejan hacer con el software privativo. Y no solo eso, sino que ese es el leit motiv principal que lo mueve. Pero ojo, no conviene confundirlo con software gratis o freeware, aunque en muchos casos el software libre también sea gratis.

Con esto pasa como con la música, el cine y los derechos de autor. Digamos que cuando usted adquiere un producto privativo, sea un programa informático o un CD musical, no es dueño absoluto de ese material, solo le permiten disfrutar de su contenido tras pasar por caja, pero ese contenido no pasa a ser propiedad de usted. El usuario paga por el soporte (un CD, un DVD, un Blu-Ray...) pero el contenido lo disfruta digamos que en régimen de usufructo permanente: el comprador puede utilizarlo cuantas veces quiera, pero solo él y nadie más que él. Está legalmente incapacitado para hacer copias y distribuirlas entre sus amiguetes, y mucho menos lucrase con ello. A eso se le llama piratería y si en España fuese una industria estaríamos a la cabeza de la producción mundial.

En cambio, el software libre, una vez adquirido, es propiedad íntegra de quien lo adquiere de forma que, si lo desea, puede modificarlo y distribuirlo a mil rincones del planeta sin temor a represalias legales. Y ahí es donde entra en juego la comunidad.

La comunidad Linux, o la comunidad Debian, o la comunidad Ubuntu es, sencillamente, el conjunto de usuarios que, a lo largo y ancho del globo, voluntariamente y sirviéndose de su formación como programadores, dedican su tiempo y esfuerzo a crear, modificar o mejorar software de código libre con el fin de distribuirlo para uso y disfrute de todos los mortales. Su labor, hasta donde yo se, es altruista y desinteresada, y el único reconocimiento que esperan es ver su obra convertida en un producto de uso generalizado, a ser posible desbancando del trono a Windows, el gran Satanás dentro de los entornos PC.

En cuanto a las distribuciones... se las conoce popularmente como distros y, ya que no paramos de mencionar a Windows, hagamos una analogía con el sistema operativo del tito Bill. Imagine que tiene la desgracia de que le regalen una copia del reciente Windows 8. Imagine también que usted es un experto programador y que tiene los conocimientos y permisos necesarios para destripar a su antojo el código en que se ha escrito Windows 8. Bien, una vez metido en faena decide que va a cambiar la disposición de las ventanas y la forma en que aparecen, los colores por defecto y los tipos de letra. También decide que hay aplicaciones que le parecen inútiles y las elimina, incorporando paquetes de software que le han pasado unos colegas, también programadores, y que le parecen mucho más chulos y funcionales. Todo lo que se le ocurra, pero siempre basándose en el núcleo que trae Windows 8 de origen.

Finalmente hay que ponerle un nombre, y en un alarde de creatividad, bautiza a su obra como Doors 1.0 (Windows es "ventanas" en inglés y Doors, "puertas", ¿lo pillan?). Pues bien, lo que usted ha creado ha sido lo que en GNU/Linux se denomina una distribución, o una distro, llamada Doors y basada en Windows. Yo en este momento estoy trabajando en Ubuntu, que es una distribución basada en otra de existencia anterior llamada Debian. Fedora es otra distribución y fue creada a partir de RedHat. Linux Mint es otra distro que partió de Ubuntu... Muchas de las distros existentes tienen como base una distro anterior, y comparten como nexo común el kernel Linux que escribió Linus Torvalds, al que se añaden paquetes y herramientas, por lo general aunque no únicamente, del proyecto GNU de Richard Stallman. ¿Se acuerdan del kernel, de Torvalds y de Stallman?

En fin, si quieren hacerse una idea de la cantidad de distribuciones Linux que hay circulando por el mundo echen un vistazo y átense los machos. Cuando les llegue la ocasión de elegir se preguntarán si les merece la pena entrar en semejante jardín, se lo aseguro. Pero eso lo dejamos para otra ocasión.

Para acabar, ya que hemos bautizado a nuestra distribución ficticia como Doors, queda muy apropiado terminar con un vídeo de The Doors, que además se llama "The end". Más a propósito imposible.